domingo, 31 de agosto de 2014

Carta de despedida a un amigo entrañable

Ante la pregunta de por que los perros viven menos que la gente un niño contestó: "los perros viven menos que la gente por que a este mundo venimos a aprender como vivir una buena vida, como amar a los demás todo el tiempo y a ser buenos. Como los perros ya saben como hacer todo eso, entonces no tienen que quedarse tanto tiempo con nosotros" 

Querido Bruno

Con los ojos aun empañados por las lágrimas siento el deber de escribir algunas palabras en tu memoria. Los recuerdos son frágiles y solubles  y lo último que quiero es dejar que el olvido se lleve los maravillosos momentos que compartimos en estos quince años.

No es posible que tuvieras un mejor inicio en nuestra historia: fuiste un regalo que le di a mi entonces novia y que hoy es mi esposa y la mujer de mi vida. En el mejor de los sentidos tu aparición en nuestra historia fue una muestra de amor.

Supuestamente eras un labrador, pero en un momento dado tus orejas empezaron a apuntar hacia arriba y luego de un tiempo nos dimos cuenta que de hecho eras un hermoso perro Akita. Aquí entre nos, decíamos que eras un labrador enrazado con murciélago. Como buen Akita tenías una personalidad fuerte, cuidabas de todos nosotros con dedicación y nos hacías sentir tu cariño a cada instante.

El primer recuerdo que tengo de ti es de la primera comida que comiste. Fue tanta que la barriga te arrastraba y casi no podías caminar. Desde pequeño fuiste muy muy mimado: recuerdo que mi novia te dormía en su regazo y que cuando salíamos ella y yo debíamos volver temprano, pues si no llegaba empezabas a llorar y gruñir por que ella no estaba para acompañarte..

Tus travesuras de adolescente fueron memorables. Al frente de la casa había un lote donde levantaban ganado, tú te salías de la casa y te metías en los bebederos de las vacas y las ladrabas y las espantabas, hasta que al que cuidaba el ganado le tocaba venir a decirnos que te sacáramos de allá.

Tu bronca con los vendedores ambulantes fue permanente, creo que le dedicaste a eso más energía que a nada, tu estrategia era esperar agazapado en silencio en que pasaran justo al lado de la reja del antejardín y luego saltabas de la nada y tratabas de quitarles algo de lo que llevaban. Recuerdo dos ocasiones: en una te llevaste dos galletas costeñas y en otra unas chancletas que pasaban vendiendo.

Tus odios fueron siempre bien claros: El carro de la basura y un Pinscher llamado Mirto. Mirto era un perro pequeñito que se dedicaba a fastidiarte al otro lado de la reja del ante jardín, hasta que un día, para su mala fortuna, la reja estaba abierta. Nadie te culpó por la paliza que le diste, pues por cruel que suene, la tenía merecida, y eso lo sacó de circulación por algunos días.

El error de Mirto también lo cometió un vecino al que le gustaba fastidiarte la vida. Hoy, ya mayor, tiene un par de marcas de colmillos en la pantorrilla. Fresco, sabemos que también lo merecía. Nunca un solo acto de tu vida fue con mala intención, pero nunca te guardabas nada.

El gesto que más recuerdo de ti es el de acercarte cuando uno estaba acostado en el sofá y tratar de meter la cabeza entre el costado de uno y el sofá para restregarte la nariz y empezábamos a decir “ya llegó la vaquita a empujar…”. También recuerdo que saltabas mucho: te poníamos con las piernas o con los brazos barreras para que lo hicieras cada vez más alto y nos divertíamos cantidades jugando con el perro saltarín.

Te recuerdo echado de panza en el riachuelo de la finca encantado de estar empapado. Te recuerdo persiguiendo un conejo que no sabemos como encontraste en un rincón de la finca y recuerdo también que cazaste una gallina que nos tocó pagar y volverla el almuerzo de ese día.

Tu vejez fue muy digna, tu trompa se volvió blanca y tu andar lento. Cada vez dormías más y de los recibimientos alborotados de la juventud pasaron  a un gesto con la cabeza y las orejas y una mirada de ese cariño infinito que siempre vimos en tus ojos. Hasta el último de tus días, y pese a lo disminuido de tu salud siempre tuviste para nosotros una manifestación de alegría al vernos.

Quince años es mucho para un perro, pero no es si no una fracción que hubiésemos querido tenerte a nuestro lado. Eras familia, y la familia se quiere con toda el alma. Y por eso fue tan difícil tomar la decisión de parar tu sufrimiento y dejarte descansar. En un momento dado concluimos que estábamos siendo egoístas y que solo por tenerte a nuestro lado, y tal vez temiendo este dolor, te haríamos atravesar por una pena innecesaria, y no era justo que hubieras tenido una vida de perro feliz y darte un final agobiante.  

Te vamos a extrañar mucho. Seguramente el vecino que te traía un paquete de rondallas todas las tardes luego del trabajo en unas cuantas ocasiones se encontrará con galletas y sin Bruno.

No se que haya al otro lado cuando uno muere, pero te mereces la mejor opción de lo que sea, por que llenaste nuestra vida de un cariño infinito e incondicional.


En este punto y hora pienso que las personas en este mundo tan sofisticado buscamos con ansias evidencias  de Dios y dejamos de percibir que cosas tan simples como el amor de una familia y su perro encierran una grandeza insondable de su naturaleza divina.


Adios Bruno. Se feliz en donde estés.

lunes, 18 de agosto de 2014

Carta a los señores de los cereales en caja

Señores de los cereales en caja:

He venido pensando desde hace mucho tiempo que ustedes han perdido una gran oportunidad de mercado al no quererse adaptar a la cultura local, si no en forzar que el mercado se adapte a ustedes. No piensen en mi sugerencia como un acto de protesta como los de izquierdosos de universidad pública, con bolsita tejida que dice Colombia y gafas tipo John Lenon. No, ni de fundas. (Conocí muchos de estos tipos en la universidad y hoy son simplicios funcionarios públicos al servicio de la maquinaria contra la cual protestaron. Con su cerebro ya domesticado por las hectáreas de yerba que se fumaron, y con una colección de elepés de Mercedes Sosa y Silvio Rodríguez que esconden de sus hijos). Lo mío es una consideración de vil mercado, al cual sirvo con la fidelidad de testigo de Jehová.

Ustedes han forzado que introduzcamos en nuestro lenguaje del día a día términos como Froot loops, o como Corn Flakes, pero si se tomaran el trabajo de adaptar sus nombres de producto a cosas conocidas localmente seguramente ganarían un mercado de manera más natural y con el afecto de los nativos.

Piensen en los señores que venden cerveza, ¿acaso ellos se pusieron a vender cerveza Miller de entrada?, no! Se buscaron nombres de cosas cercanas como Poker o Costeña, o Cola y Pola…. Eso les permitió volverse de la familia, y luego empezaron a introducir otro tipos de cosas en el mercado.

He pensado una serie de productos que vendrían bien dentro de este propósito, que sin ninguna reserva pueden usar sin que yo les cobre un peso por la inspiración.

En lugar de los choco crispis, representados por un elefante de los cuales aquí hay solo unos cuantos torturados en circos y zoológicos, propongo los chori crispis: pequeños choricitos llenos de sabor, y el animalito que los anuncia podría bien ser un marranito, podrían combinarse con otros cereales en forma de arepita pequeña y se ganarían el mercado de todos los que almuerzan corrientazo y se identifican con el chorizo con arepa. Y la propaganda del elefante con traje de astronauta podría reemplazarse por la del cerdito elegido en un bus de Transmilenio en hora pico. Obviamente el cerdito no podría llamarse Melvin, podría tener un nombre más local, como Gilberto, Chucho  o algo así.

Los froot loops con su tucán (aquí si hay, pero en sitios donde está la guerrilla) podrían adaptarse un poco a los chunchu loops, aritos de chunchullo con vivos colores, y la imagen podría ser una lora diciendo la frase que toda lora en este país dice : “¿quiere cacao?”. La lora Obviamente debería llamarse pastora, o de cariño, Pasti

Corn flakes podrían ser simplemente nachitos (que no son de aquí, pero es como si lo fueran), aquí si dejaría el gallo, pero le cambiaría un poco el look que tiene hoy de Gallo de Disney. No, yo sugiero un gallo de los de acá, un gallo grande con cara de haber pisado 20 gallinas antes de tomarse la foto, macho machote. Tampoco un gallo de pelea, por que me parecen afeminados con sus patas depiladas…


Otra cosa es la leche: a muchos nos cae mal, pero si los cereales se pudieran combinar con cerveza ganarían el mercado de la venta en cantinas y metederos del cual hoy carecen. Imagínese un borracho levantándose a trabajar un lunes y sirviéndose un plato saludable de chunchu loops con cerveza.

Ahora bien: este es el país donde todo lleva arroz y lleva papa, así que resulta imperdonable que no tengan un cereal que refleje esto. ¿Por que no un papi crispis?  Imagínese el aviso gigante en las tiendas: “ Papi crispis, ahora con hogado” Y la imagen podría ser un tierno muñequito con ruana y sombrero.  Nada más de “Saca el tigre que hay en ti”, eso suena como una propaganda de estimulante sexual, además aquí no hay tigres. Sonaría mejor “con Papi Crispis dale duro a la vida…” o " Mata esa gorobeta!!!"    

Atentamente ciudadano desinteresado que les quiere ayudar.


Posdata:

Les expreso mi ira e intenso dolor pues por culpa de ustedes y las bolitas de colores desaparecieron los Gudiz del mercado. Yo, y todos los adictos de Gudiz que se respeten, les expresamos nuestro rechazo. La desaparición de los Gudiz, el Cal-c-tose y el boliqueso dejaron devastada toda una generación de hombres buenos.   


sábado, 2 de agosto de 2014

El defensor del Arsenal



Para pagar mi universidad tuve infinidad de trabajos: encuestador, dibujante arquitectónico, pintor de murales, repartidor de almuerzos, programador de software y ayudante de sastre (o planchaor para que suene gitano) fueron algunos de ellos. El más pintoresco de todos me pagó cuatro semestres de universidad y el nombre de cargo más aproximado hoy sería el de Auxiliar de Prostíbulo.

Era la primera parte  de los años 90 y en medio del florecimiento de los comerciantes de alto riesgo el dueño de una discoteca de medio pelo decidió que al negocio había que meterle algo más enganchador, así que le puso niñas ligeramente vestidas que tres o cuatro veces por noche hacían shows de striptease y adicionalmente para los interesados podrían prestar sus servicios sexuales en un cuarto en un rincón, que era una pocilga cobrada a costo de Suite del Sheraton.

Ese cuarto era el eje del sitio: allí fornicaban con los clientes, allí se cambiaban antes y después de los stripteases, y (este es un secreto solo revelado hasta hoy y conocido solo por un cerrado circulo de 50 personas) allí quedaba la caja fuerte del negocio donde varias veces por noche se guardaba el dinero de la venta. Allí junto a la caja fuerte quedaba el arsenal.

El arsenal constaba de cinco consoladores de goma de diversas formas y tamaños. Particularmente había uno que parecía en forma y tamaño a la pata de un butaco. Dejé de trabajar allá y nunca vi que nadie lo usara. Yo esparcí el rumor que la última mujer que lo había usado había muerto, y que cuando la discoteca estaba cerrada en el cuarto se oían sus gemidos.  Tal vez esa fuera la causa.

Estos negocios tienen su propuesta de valor basada en tres cosas:
  • ·         Alcohol, a raudales, así se embellece lo que sea.
  • ·         Oscuridad que impide ver los detalles
  • ·         El exceso de maquillaje  y perfumes

La saturación que la combinación de estas tres cosas logra en los sentidos hace que una especie de Pokemón en chanclas que llega a las 8pm al negocio se convierta en una belleza a lo Taliana Vargas y de ahí en adelante usted como cliente está llevado y condenado a amanecer dormido junto a la señora de Chucky.

Mis funciones eran las siguientes:
  • ·         Manejaba las llaves del cuarto. Por tanto, salvo las fornicaciones, yo debía permanecer allí mientras alguien estuviera usándolo. En las fornicaciones lo que tocaba hacer era que al salir el usuario yo debía entrar corriendo y validar que lo único que no hubieran violado fuera la caja fuerte.
  • ·         Era barman de un sitio que solo vendía aguardiente y vino de manzana. Así que mi conocimiento de cócteles era nulo. Lo más aproximado a un coctel que hacía era recoger cuidadosamente todos los sobrados de aguardiente que quedaban para al final de la noche tener una botella completa, que vendía en efectivo al primer ebrio que lo necesitara. Si, lo sé, es un crimen, es cochino, pero pagó mi universidad.
  • ·         Era escolta de desnudista, me explico: cuando una de las muchachas iba a hacer su show me tocaba acompañarla al único cuarto del sitio para que se pusiera su atuendo artístico, para que eligiera del arsenal el aparato con el cual iba a hacer su show y finalmente la llevaba hasta la pista. Durante el show vigilaba que nadie fuese a propasarse con la artista en ejercicio, y al finalizar el show me tocaba envolver a la dama en una toalla y conducirla al cuarto donde debía ducharse y volver a salir en traje de romance. Recibía de nuevo el aparato y lo guardaba en el arsenal.
  • ·         Asesoraba en los clientes en la escogencia de la chica de sus sueños. Esto funcionaba como cuando en un asadero el mesero le pregunta “¿su carne en que término la desea?” y cuando el mesero llega a la barra no le dice a nadie nada y usted recibe siempre la carne como caiga. “Hermano, decían los borrachos,  consígame una vieja bien buena que me acompañe aquí y le doy su propinita”. Yo me arrimaba al sitio donde estaban los Pokemones esperando llamado y le decía a cualquiera que se acercara a la mesa. Siempre obtuve propina por tan buena escogencia, y cuando más me daban propina era cuando les llevaba los gurres mas horrorosos. El azar apoya la desidia.

El show en si mismo era una rutina simple. Era en la pista o en el tubo. Un disco que normalmente uno de Alejandra Guzman donde decía que estaba loca o Dur Dur D'étre Un Bébé de Jordy*. Nunca entendí por que eran estos discos y no otros, nunca supe quien los eligió o por que. Pero funcionaban y así se quedaron. Lejos de la sofisticación de Leave your hat on o algo así…..

Luego venia la función con la elección del arsenal, debidamente recubierto, que causaba asombro y recalentamiento en la clientela. Vale la pena aclarar que eran los 90, es decir, los juguetes sexuales eran cosa mitológicas que gente traía de otras partes, como el que tiene una Matrioska en la sala de la casa. No como hoy que los consoladores salen en los corn flakes y uno le regala a la suegra de cumpleaños. Y las hijas de 15 años piden uno en lugar de una fiesta con vestido rosa.

Recuerdo mucho al DJ del sitio. Era defensor de la marihuana para fines no medicinales, entraba en “flow” con la gente y ponía muy buena música. Eso si, era un cuadrúpedo al hablar. Recuerdo bien una vez en que dijo esto: “Señoras y señores, ahora nuestras lindas chicas van a salir a la pista y les van a deleitar con una hermosa ecografía” y otra vez: “..aqui les pongo el éxito de Tito “Ahora contigo” por que sintigo yo soy nada”

Mis primeras dos o tres semanas en el cargo fueron muy duras, literalmente. Yo, universitario inocentón, viendo tres stripteases por noche me hallé de pronto en el paraíso del morbo con un sistema circulatorio que trabajaba a la perfección. Luego uno se acostumbra y ya finalmente se queda dormido mientras hacen los shows, o aprovechaba para hacer tareas de la universidad. No fueron pocos los trabajos de resistencia de materiales que me tocó preparar durante stripteases. Supongo que resolver un ejercicio de ingeniería mientras ocurre un striptease en una discoteca habla mucho de mi poder de concentración.  

Cuando tenga hijos y a esos hijos tenga que contarles esos cuentos con pretensión de parábolas que le cuentan a uno sus papás, con la intención de guiarlos por el buen camino, me va a tocar pensar como disfrazar esto de tal manera que me salga como el Cirqué du Soleil.


*Jordy era un niñito francés de 4 años que salía haciendo Playback, y la letra del disco decía algo así como “que duro es ser bebé”. Hoy, supongo, debe ser un veinteañero adicto a algo y con papás que lo dejaron en la quiebra. https://www.youtube.com/watch?v=poDszZmN9pU

Ahh y esto es una Matrioska